Semana Santa

A esta iglesia asistí toda mi vida, desde que tengo memoria recorría sus pasillos, bancas y anexo. Ahí escuchaba las epopeyas bíblicas adaptadas, por su puesto, para que los niños pequeños se maravillaran ante mares divididos y toda clase de animales entrando en un arca. Ya después, mas grande, me hacia bolas tratando de entender como revivían los muertos o las burras hablaban, pero eso no viene al caso. Pongo la foto de mi iglesia por otro motivo:  La Semana Santa, Mayor o Pascua. Esta dichosa semana (que al final, para la SEP resultan ser 2) siempre han significado 2 cosas para el mexicano promedio: Religión y Vacaciones. Religión pues por razones obvias y vacaciones, pues también. Y de cierto modo para mi también han significado eso. Lo que tiene de especial la semana santa es que, por lo menos antes de los 18 años, me desorientaba bastante.
Ir a la iglesia (según yo) era cosa de Domingos, de levantarse temprano después de un sábado de placeres y sentarse en una banca de madera a oír mensajes de redención y salvación. A algunos les sonara pesado, pero a mi me gustaba. Uno entraba en un ambiente de paz, de comunión y análisis  interior, como cuando se oye una buena y tranquila canción, de esas que sin ser épicas, te hacen sentir y pensar a la vez. Algo así me ocurría en el culto.
El porque me desorientaba era porque, durante esa semana, no solo los domingos tenia que ir, sino también de lunes a jueves, sin sentir ese ambiente de tranquilidad ni de formalidad, es mas, no abrían las varias partes que el templo tenia. No era como en los domingos,  lleno de niños cantando, en la semana estaba vacío, alumbrado tenuemente, hasta miedo daba.
El viernes era diferente, por lo menos para mi. Ademas de su duración (acorde al calvario de Cristo en la cruz), el culto era diferente. Casi siempre llueve ese día, el ambiente se pone como de luto, se respira melancolía. Estar ahí, dentro de ese edificio, con la luz de la tarde, escuchando las siete palabras en la cruz, imaginando un pueblo desértico hace 2000 años, con Jesus ensangrentado en la cruz. Mi inocencia aun no me hacia ver lo duro de esta imagen, y del calvario en general. Pasaba sábado y llegaba Domingo, que era cuando se ponía el asunto interesante. A los que no sepan como es el domingo para un protestante (ignoro si lo practican los católicos) ahí les va:
Te levantan a las 4 de la mañana, sin que el sol haya salido y con los gallos cantando todavía, mientras te pones un traje de preferencia blanco. Recuerdo a mi madre azotando la puerta para levantarnos a mi hermana y a mi, con su voz ronca y rasposa, a mi padre poniendo sus calcetines, porque el siempre estaba ya listo. Después íbamos todos sin hablar en el coche(por el sueño) rumbo al templo. Llegábamos y la iglesia era el único lugar iluminado de la zona, con cientos de hermanos vestidos de blanco, todos parados, en algún momento de alabanzas (Claro, semana santa y el templo se llena). Al entrar veías las caras de conocidos y amigos con los ojos hinchados, algunos gallos en el cabello y en general cansados, pero presentes. Todo esto transcurría mientras el sol salía, creando una visión empañada de mis recuerdos, con la luz entrado por los vitrales color ámbar, mientras algún pastor o hermano daba el mensaje final. Y yo ahí parado, de 10 u 11 años, con mi trajecito blanco y con sueño, mucho sueño.
Después de todo esto, solo quedaba el desayuno en la iglesia, que casi siempre incluía huevo, pero servido de alguna forma elegante. Las mesas se sacaban a la cancha de basquetbol que casi toda iglesia protestante tiene y ahí desayunábamos los hermanos (los miembros de la iglesia, pues) iluminados por el sol de las 8 de la mañana.
Antes esto que les acabo de narrar tenia un no se que muy especial, solo me vienen a la mente colores pastel para describirlo. Uno a sus 22 años se amarga, y ya nada es igual. Siguen siendo los mismos ritos, los mismos días y hasta el mismo mensaje, pero algo se me fue en el camino. Pero no importa, este año lo repetiré y espero reencontrar ese no se que anónimo, tan difícil de hallar, tan complicado de entender.

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