Día de Muertos


Aquí uno de mis murales favoritos "Sueño de una tarde de domingo en la alameda central" del maestro Diego Rivera.

Mi relación con el día de muertos puedo describirla como peculiar. Verán, vengo de una familia que como ya sabrán son protestantes y por cuestiones religiosas no festejan el día de muertos o Halloween. De pequeño recuerdo muy bien las enormes ganas de disfrazarme e ir a la escuela donde festejaban esos días, con sus calaveritas y ataúdes, sus altares e incluso algún salón transformado en casita de terror. Pero con ello, cada año mi madre nos espantaba a mi hermana y a mi con que nos iríamos al infierno o algo así sí íbamos a celebrar esas cosas. Hoy me da risa, pero en esos días si tenía el miedo que, irónicamente, iba con el ambiente de las fiestas.
Eso si, cada 2 de noviembre, y por la descendencia chilanga de mi misma madre, comíamos el delicioso pan de muertos, acompañado de un sabroso y calientito chocolate abuelita. Aparte de lo cínico del asunto, siempre me pregunte que era la cosa que tenía el pan, si una mano de calavera o una araña.
Ya desde la prepa tuve más libertad para ver de que se trataba la cosa, y en verdad es muy divertido disfrazarse y todo por el Halloween, pero el misticismo del día de muertos me atrae aún más. ¿Celebrarle a la muerte? Sólo en mi muy querido y surreal México podría festejares algo así. El frío y los tonos naranja y negro ayudan a agregarle más misticismo al día. Un día de nostalgia, de recordar a los que ya se fueron, no sabría como describir esa sensación completamente, por mi formación, pero supongo que ha de ser muy especial para quienes festejan este día.
Alguna vez en la primaria, la maestra de inglés pregunto a que lugar nos gustaría viajar. Muchos respondieron que a Disneylandia, mientras que los demás prefirieron Europa y otros lugares del mundo. Pero ahí estaba yo, el mañoso, con la osadía de decir que me encantaría viajar por todo México. Y pues los niños babosos me empezaron a abuchear... hasta qué los callo la maestra y les dijo que México es uno de los lugares más hermosos del mundo, y que vale mucho la pena visitar. Doy gracias por gente como aquella maestra que tuve.
Ahora mismo me encuentro en un viajesote, el de la vida, y más que nada e, de la vida como la estoy queriendo vivir. Aquí en Yucatán he visto de todo, entre modismos, tradiciones, usos y costumbres, y de las que más me gustan es, como no, gastronómica. Este año no me toco, pero recuerdo que en los anteriores me he llevado mi buen trozo de mukbil pollo o pib, que es un tamal grande horneado bajo tierra, orgullo regional de Yucatán y que se acostumbra a comer durante estas fechas, que coinciden con la celebración de Hanal Pixan, festejo maya milenario. Ya bien vivida esta tradición, y las embutidas bien dadas con el tamalote, quisiera ir de viaje ahora al D.F., para ir a Mixquic, donde se festeja La alumbrada, que como su nombre lo dice es una procesión en la noche con velas alumbrando en el cementerio del lugar, en esta fecha tan singular, como el país donde nos toco vivir.