"Te juro que los odio"- le decía la muerte a la nada. Pero como la nada resulta ser inexistente, pues esta entonces no le respondia.
Se encontraba la muerte en un comedor, de esos lugares semejantes a un criadero de cerdos, con cientos de masas carnosas masticando en desorden "..y la comida esparcida por todos lados.."- refunfuñaba la muerte.
"Todo este consumo desmedido - se decía la flaca - Y yo aqui hasta los huesos. No es que tenga envidia de la grasa que les cuelga a todos estos, sino mas bien me da asco. Y asco porque no puede haber otra cosa"
La muerte se retorcia en su mesa, frente a la orden de pollo agridulce y papas que había pedido. Resulta que, por cierto error cometido en su, digamos vida (porque es muy difícil comprender a las deidades) había sido castigada con el peor de los castigos: Vivir. Por lo menos para la otrora dueña de cierto don que te hace no estar vivo, pero consciente, llamemosle "Hafta" o como usted guste. Habiendo perdido su "Hafta", pero consciente aun, y encima, con la capacidad de sentir dolor, le vino uno de estos tan ansioso pero tan extraño que tardo tres dias en resolver que era, y es que jamas había sentido Hambre. La pobre muerte a partir de entonces tenia que comer, sin satisfacerse, sin siquiera sentir el sabor de la comida, pues muerta estaba, mas consciente, ósea que solo le funcionaba el cerebro; ni la lengua, la piel o cualquier otra cosa sensible.
La muerte en verdad sufría, pero se justificaba por lo que hizo, por el causante de todas estas desgracias. "¿Que esperaba Dios? - se preguntaba la muerte, mientras observaba a una camada de niños rechonchos engullir hamburguesas - ¿Que me resistiera a esa mujer? ¿Que le dijera no? ¡Es parte de mi naturaleza! Digo, !De ahi vengo!".
La muerte recordaba con amargura cuando conoció a Veronica. Labios grandes, piel morena, caderas anchas y movimento tan insinuantes como involuntarios, según ella, claro esta. Se le ocurrió a la muerte un dia, después de un arduo trabajo (tuvo un dia ocupado, alguna tragedia historia seguramente) ir a descansar entre los humanos, que tanto los conoce, pero que ellos no conocen, por lo que, instintivamente le tienen miedo. "Soy buena onda, alla ellos"- se decía siempre.
Entro la muerte a aquel lugar, y enseguida quedo prendada de ella, sus ojos, su caminar, su sensualidad, todo el conjunto de mujer hizo suspirar a la macabra deidad. Tanta cosa era que hasta por un momento, tal vez algún lapsus idiota, quiso estar viva. Precisamente, por estar... "Hafta", la muerte tenia prohibido cualquier lapso afectuoso con un ser vivo, ya que, por x o y burocracia celestial, alteraria el orden de las cosas. Pero era demasiada tentación la que Veronica le hacia sentir. "¿Debo resistir?- se pregunto en ese instante - ¿Sera una prueba?" De repente se le ocurrió lo impensable "¿Se dará cuenta Dios?". (Para este punto debo aclarar que la muerte y otras deidades están regidas por Dios, sea quien sea y halla llegado a serlo como halla sido.)
La muerte entonces decidió dar el paso, hablaría con Veronica, solo hablaría, y nada mas. Veronica y la muerte comenzaron a charlar. Por supuesto, la mujer no tenia idea de con quien entablaba conversación. Entre halagos y sonrisas, miradas y cortejos, pasaron dos horas amenas. Y nada mas había ocurrido, ni un castigo divino, no cayo un rayo o fuego del cielo. Absolutamente nada. "A lo mejor el viejo me dio chance -penso la muerte- pos hay que seguir aprovechando". Siguió así la conversación entre Veronica y la muerte, entre copa y copa, los cuerpos se terminaron por atraer. Finalmente Veronica hizo la pregunta, aquella que todo hombre, o mas bien, todo intinto animal del hombre espera que realize una mujer (Esta es: ¿Esta solo esta noche?) La muerte, tan sola como siempre, dijo que si, y se imaginaran lectores mios, lo que paso esa noche, hasta el amanecer.
"Y por eso estoy aqui - se lamentaba la flaca - entre estos inmundos". El pollo grasiento brillaba entre todos los establecimiento de comida rapida, mientras la muerte estaba ahi, observando a las personas, entumecida, con una mirada rencorosa. "Por culpa de estas criaturas, que tenia tan controladas, estoy aqui, comiendo esta ave que me sabe a carton". ¿Que fue de Veronica? Simplemente desapareció, como todas las mujeres faciles, diria la muerte. "Sabra Dios donde esta - decía la muerte haciendo bilis- literalmente y con respeto, claro esta...".
Desde entonces es que la muerte tenia que vivir, o por lo menos mantenerse viva, para no morir, pues el que se muriera alteraria, nuevamente por burocracia celestial, el orden de las cosas. "¿Que esperaba Dios - exigia la muerte a su eterna compañera la nada - instintivamente me siento atraído por aquello... por el sexo... no como los humanos, changos con pulgares, cuyas hormonas no los deja usar lo que Dios les dio, el cerebro. Claro que no, lo mio es mas de nacimiento, de origen, casi necesidad vital. Si no hubiera sexo, no habría muerte. Es tan claro y tan logico, ¡El viejo mismo me lo conto! Antes de mi no había nadie mas. Yo soy la muerte, la flaca, la de siempre. Ni antes había una, y dudo mucho que después. Antes de mi las pequeñas y malditas células no se morían, no se iban conmigo, solo se dividían y ya. Si se les acababa la hora, se dividían y ya, formando nuevas cosas, idénticas, lo mismo, pero doble. No se si la misma conciencia, si es que la tenian, pero el chiste que no se morían. Pero no funciono el modelo, no le quedo bien al viejo y este pobre ex-angel ahora se encargaría de esto, del fin de la conciencia. Del fin de todo. ¿Y por que se termino acabando todo, porque de mi existencia, de la muerte? Por el sexo, el bendito sexo. Ahora en vez de dividirse, cogían. Y con tal gusto, con tal de sacar algo diferente y mas complejo, que de tan complejos no se pudieron soportar y se terminaron muriendo. Y de paso me fregaron a mi."
La muerte se retorcia de rabia entre toda las personas que seguían comiendo en el comedor. Cientos de bocas mascando alimento procesado, carne comiendo carne, vida comiendo vida. Y la muerte estaba ahi, en medio, con su orden de comida sabor carton, mirando con rencor al mundo, mientras masticaba algo parecido a la carne.
"Te juro que los odio"- le decía la muerte a la nada. Pero como la nada resulta ser inexistente, pues esta entonces nunca le respondió.
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