El glorioso monumento al albañil, construcción que recibe de primera instancia
a los turistas nacionales que vienen a visitar estos paradisiacos lares caribeños
Para esta entrada vámonos olvidando de aquel Cancun paradisiaco, donde hermosas playas turquesas bañan a las hermosas gringas pechugonas. Olvidemonos de eso, pensemos en el Cancun de verdad, aquel entre gris y verde que se debate entre lo vacío y lo espectacular, entre lo simple y lo guarro. Ahí es donde yo crecí, en mi humilde casa con mi mas aun humilde familia, donde acabo de pasar las vacaciones.
Con la moral baja escribo esta entrada, no por ver con mis propios ojos la violencia que existe en mi ciudad, la cual viene aumentando desde que comencé la prepa, viendo en algunas mañanas camionetas varadas con seguramente algún encajuelado, como si fuera normal; no saliendo a la calle después de las 10 pm, porque si no los denominados "Chakas" te volarían el dinero y por diversión te rajarían la panza, como si fuera normal. No es por todo eso, cosa que de por si me desmoraliza, sino por los cambio de la ciudad, que, como es nueva y encima es turística, suceden mucho mas rápido que en el resto de la república. (A excepción de Playa del Carmen, pero esa es otra historia...).
Recuerdo en mi infancia que la novedad era Plaza las Americas, que veiamos enorme pues lugares como Plaza Bonita y Plaza 2000 no ocupaban mas que una cuadra. Ahi había de todo, desde restaurants hasta cines, como en toda buena plaza moderna. En mi dolorida adolescencia la plaza era el lugar idoneo para pasar con los cuates, mezclados entre tanta gente, pues esa plaza nunca la he visto siquiera a medias. Entre comprar porquerías, mirar estantes y morbosear chicuelas, mi adolescencia paso lentamente, teniendo mas adelante que irme a vivir a otro lugar, pues en Cancun no habría futuro para lo que buscaba. Apenas pasaron 5 años, y aunque antes había visitado la plaza, no fue sino hasta esta ultima visita que me di cuenta de lo imponente que el lugar se había convertido. Lo que están viendo en la foto no es una avenida, ni locales separado, y aunque el edificio del fondo se ve a lo lejos, detrás de la persona que tomo esta foto se encuentran otro par, pegados a la plaza. Sonare como güiro impresionado, pero esto no la había visto en mi vida, mas que en las películas de Hollywood. Ahora en lugar de esta plaza bastante grande se alza una mini ciudad, que al momento de toparmela solo pude quedar boquiabierto hacia arriba.
¿Y este blanquecino lugar? Pues es, se supone, el parque de Las Palapas, donde la palabra palapa esta bastante de sobra. Donde pueden observar una lona sobre una especie de triángulo antes había una palapa enorme, que unos vándalos de mi edad quemaron. Al fondo, donde se ven unas como sombrillas y mesitas había antes, pues mesas, pero puestas por los propios comerciantes. Donde esta la banca verde mas cercana, y casi todo alrededor del parque había una especie de pared, la cual tenia donde sentarse, siendo frecuentada por enamorados de manos inquietas. Y bocas de las mismas características.
Detrás de quien tomo la foto se encontraba una nevería, de holanda, en un quiosco de lo mas coqueto, que ahorita creo esta abandonado. De igual forma había una pequeña area verde, con juegos de Step2 como resbaladillas y un castillo, donde me metia a alucinar mis historias infantiles, en los tiempos anteriores a los que la gente se volviera gandalla y se robara todo aquello que simplemente se les antojara.
No se si este es el que mas duele. Wol ha era un centro de diversión familiar, por allá de los noventas, en donde prácticamente todos los cancunenses de mi generación pasaron alguna vez. El lugar era como Recorcholis pero todo un edificio, con toboganes y resbaladillas, en los que para subirte, tenias que quitarte los zapatos y ponerlos en un curioso ropero. También había un McDonalds y una estación de videojuegos, ademas de, por su puesto, un lugar donde los padres podían aplatanarse a esperar que sus criaturas se agotaran. Siguiendo el ejemplo del Papalote Museo del Niño, tenia una sección entre científica y lúdica, donde podías tocar y sentir los sencillos experimentos físicos con tus manos, como el guiar a unos carritos por medio de imanes. Lo que mas me encantaba, y lo confieso ante la burla de miles de niños de aquella generación, era estar dentro del mini super, con sus verduras y artículos de plástico. Me encantaba esa idea, de poder tocar los objetos que solo tus papas podían manejar, estar en esa situación, aunque sea en chiquito y de plástico. Actualmente el Wolha, donde podíamos patear a Wolly, el cocodrilo botarga-mascota, o ya mas grandecitos, jugar una ronda de bolos, es un enorme terreno baldío, grafiteado por los mismos que se criaron ahí, un edificio y miles de recuerdos abandonados.
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¿Entonces, que es lo que me tiene con moral baja? Facil. Que mi hogar ya no es mi hogar, tanto que cuando manejo por sus calles, tengo miedo de perderme, a pesar de haber vivido ahi 18 largos años. Encima me hace sentir viejo, junto a lo que me paso fisicamente, redactado en la entrada del tabanaso.
¿Viejo a los 23? ¿Perdido donde nací? Cuando uno comienza a ser adulto, piensa cada vez menos en estas cuestiones, las filosóficas y humanas, las del corazón y la garganta. Por eso no había escrito nada en mi blog, por eso y porque este 2012 ha sido un año pauperrimo. Pero de vez en cuando esos mismos azotes le hacen darse cuenta que uno sigue vivo. Mañana otro azote, uno muy feo, por mientras, a descansar.