Ideales, esa palabra tan cliche pero tan cierta, tan voraz que de eso vivíamos. He de citar la definición mas hermosa que he escuchado de esos tiempos, que es la etapa durante la cual se concilian los anhelos, deseos y las realidades. Soñábamos despiertos, te juro que lo hacíamos. Volábamos entre los edificios de la ciudad, atravesábamos las paredes de la facultad, nadábamos en la noche, bien despiertos y en el día seguíamos con esperanza, nos sentíamos libres, capaces de cualquier cosa. Vivíamos entre letras y números, consumíamos imágenes a una velocidad infinita, podía haber un océano de distancia pero insistíamos en la comunicación, ese ejercer tan bellamente humano. Lo sabíamos todo, lo queríamos todo, al mismo tiempo en el tiempo, era un mundo de sensaciones el cual, por supuesto, estábamos desesperados por explorar.
¿Cual es la conclusión? Que éramos tontos, en el mas nostálgico e inocente sentido de la palabra. No teníamos idea de que seguía, ni siquiera noción de que efectivamente seguiría, pensábamos en el momento, en los estímulos y las reacciones, en verdad creíamos que éramos eternos, dioses de jade, prismas en un mundo gris. Pero así de golpe, como este párrafo, llegaron las realidades. Entre mas información, mas consciente uno es de lo cotidiano, en verdad queríamos cambiar el mundo, deseábamos que esa ideología nuestra fuera los suficientemente fresca como para disolver el tufo que nos venia persiguiendo, eso que sentíamos de generaciones oxidadas. Pero fue al revés, demasiado al revés.
Algunos se hundieron en el río, otros perdieron la piel, unos mas se quedaron donde estaban y a los que mas extrañamos se fueron del otro lado, sin planearlo. A todos se nos secaron los ojos, ya no brillaban, ya no se emocionaban. De pronto las palabras perdieron orden y noción, se quebraron los fundamentos y finalmente nos volvimos locos, histéricos, ariscos. ¿Que fue de los fantasmas anteriores? ¿Murieron en la guerra? ¿Saltaron por la borda? ¿Huyeron ante las amenazas? No sabría decirlo, la grieta no me deja ver del todo.
Finalmente el polvo se asentó en lo maltratado. Ya no era lo de antes, por mas que quisiéramos. Terminamos de hablarle a las memorias y comenzamos a construir lentamente nuestro sendero de luces tenues en la oscuridad, tonos sepias con amarillo y negro. Salimos del mar y vimos que no esta tan agitado como creíamos, que solo hacia falta una cosa: respirar.
Hoy ya crecimos, seguimos corriendo pero no por nosotros, sino por ellos, por ellas, por el y por ella. Por el hambre, por la sed. Por las prisas y por tener. Por que el mundo nos empuja, pero ya concluimos que todo esta como debe estar. Y no decimos eso por resignación, como pareciera ser. Ciertamente agradecemos lo que paso, pero lo de ahorita, para ser honestos, es mucho mejor. Y todavía lo que nos falta...
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