Kharthes III: Y los fantasmas se ahogaran


Querida mía, o los restos de lo que fue: 

La sal del mar al respirarla refresca tanto los pulmones que las memorias florecen y las canciones brotan de todos los rincones del corazón. Aquí, en medio de la nada volví a estar, una vez más, perdido de voluntad.
De los recuerdos que me vienen son los de los años, cuando el estado ideal arrullaba mi mente y me mostraba cosas que hoy el destino me ha ocultado. Quizá la grieta se abrió, quizá...
Te recuerdo vagamente, pues la distancia y el tiempo no tienen compasión y ahora solo camino, esperando cumplir la misión que Euterpe me ha encomendado y después de ello nada, pues de la nada vine y en la nada moriré.
Anhelo de pensamientos y sensaciones, mientras la lluvia da el ritmo de la cadencia con las gotas que golpean el cristal que se ha empañado. Al final el petricor me conforta falsamente, pues se irá como los segundos de estos minutos.
Si el camino a la gloria es este, déjame comentarte que es un camino muy jodido, eso o me equivoqué al nacer, al dar mi primer respiro y todo lo demás. Todavía hay un resplandor que anhela lo primero, aunque los días y los meses y los años lo están asfixiando, he de admitir.
Recuerdo levantarme en el mayab tan ilusionado que hoy me ruboriza saber que vivía de anhelos e ilusiones, sin conciliar con las realidades. Supongo que debía de ser tan brusco y horrible como fue para darme cuenta, pues la terquedad hace que busque murmullos en el mar, ahí donde la sal refresca los pulmones y los fantasmas se ahogarán.
Sin más que decir, a excepción de obviedades que no tienen mérito, el último aliento avanza volátil entre las olas.

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