Por ahorrar me paso algo muy, digamos particular. Se me ocurrió ir a una de las peluquerías del centro, de esas que cobran 40 pesos. El lugar se veía bien, el don me veía feo supongo por la cantidad de cabello sobre mi cabeza pero eso me daba igual, ya estaba acostumbrado. La cosa estuvo en que sí bien lo pedí corto, el don no lo corto tan corto como yo quería. De hecho varias veces tuve que decirle más corto. Creo que eso lo enojo, por lo que dejo de cortarmelo y me cobro.
Sin más, tuve que darle el dinero y me fui, un poco mosqueado.
Ya en mi carro vi que, muy a mi pesar, era el mismo corte de siempre, corto a los lados y un poco largo en medio. No tuve más opción que la única solución que se me ocurrió en el momento: cortarmelo yo solo. Verán que eso es una aventura bastante divertida, si no se sabe de cortes de cabello, se van a pasar una angustiante tarde, cortándole disparejo, pasandose en algunos lados y dejando cabello de sobra en otros, como diría el cliché, masticadas de chivo.
A pesar de todo al fin pude decir que me veía diferente, de hecho tanto que los días posteriores muchas personas no me reconocieron, lo cual me encanto, ya saben por el asunto de pasar de incógnito. Claro, ayudo el hecho de que por ejemplo, un día decidí usar lentes redondos oscuros, camisa a cuadros verde y short, con unas chanclas elegantes, no como las masticadas por el gato que normalmente uso. Fue muy gracioso ver como la gente me veía de forma extraña para al final darse cuenta que era yo y poner cara de impresión, además de ciertos comentarios hacia mi antiguo yo, como si este fuese otra persona.
La cosa no acabo ahí, debido a lo chueco de mi corte, muchas personas, sobre todo adultas, me fastidiaban a cada rato diciéndome que me veía raro y que el corte no estaba bien (quien los entiende, eso me decía cuando tenía el cabello largo) incluyendo mis padres. Así qué, para que ya no estuvieran fastidiando decidí raparme por vez definitiva, al cero. Con eso descubrí dos cosas: que tengo la cabeza cuadrada y que no se puede complacer a nadie, ya que ahora los adultos decían que no estaba bien estar pelón, mientras que mis contemporáneos se burlaban diciéndome que sólo unos tatuajes y ya podía ser mara salvatrucha por derecho propio, supongo por mis bien marcados rasgos autóctonos.
Hoy mi pelo ya volvió a crecer como la primera vez que me lo corte, nada más que parejo. Si me veo bien o mal, eso en verdad no lo se, lo que sí puedo decir que, después de 8 años de usar el pelo largo, me siento bastante fresco. Quizá mantenga este los durante otros 8 años, y el próximo podría ser, no se, rastas.
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