Sudando en el D.F.


Me tuve que mudar de cuarto por causas de tan mal gusto como música banda a las 4 de la mañana y basura con olor a cerveza que no bebo. Uno que tiene dos trabajos y encima estudia no puede dejarse convencer por justificaciones tan estúpidas como "Solo así nos desahogamos" o "Es que nos estamos adaptando". ¿Entenderán estas personas la frase el respeto al derecho ajeno es la paz? ¿Acaso su embarnecido ego y su mediocre auto compasión no les deja siquiera tener noción del otro? Sé que la respuesta a ambas incógnita es que no, supongo por eso le pedí a la casera un cambio de cuarto. No soy nadie para meterme en los asuntos administrativos y de trato hacia sus inquilinos, por lo que no pedí la cabeza de aquellos crápulas, además de que el asunto no iba por ahí, no era de ganar o perder la discusión, sino se trataba de poder dormir, así de simple. 
Ahora vivo en un cuarto un tanto más grande, limpio y sobre todo tranquilo. Tiene un tragaluz que me encanta (jamás había vivido en un lugar con uno), un tubo industrial con aluminio con pliegos que atraviesa parte del  techo y una especie de ventilador. Este último es el que más me generó duda e interés, pues en primera está adaptado de tal forma que se prende con un interruptor de pared y en segunda que funciona al revés de cómo lo haría un ventilador "normal": en vez de sacar aire, lo absorbe y expulsa para afuera del cuarto. ¿Con todo y eso el ventilador cumple su cometido? Increíblemente si, porque hace que el aire del interior circule y se refresque de inmediato. 
La intriga consecuente era el porque alguien necesitaría un ventilador en esta ciudad normalmente fría. La respuesta la encontré al segundo día, al sudar por las noches, claro está no como en las tierras del Mayab, pero si llega a espantar el sueño por lo que el ventilador inverso es un muy útil aditivo a este cuarto que estoy disfrutando. ¿Porque sudo en el D.F.? Fácil, porque es primavera y porque mi esquelético cuerpo ya se adaptó a estos lares, con sus montañas psicodélicas, edificios catatónicos  y smog sabor urbanidad.

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