Ana por fin llego al mar. Solo quedaban cuatro minutos para que se terminara todo. Con todas sus fuerzas, Ana corrio tierra abajo hacia el mar.Estaba desesperada, queria gritar, queria encontralo. Siendo que la orilla estaba empinada, toda la arena se esparcia por la superficie de lo que parecia una montaña de sal. Ana corrio hasta el mar, donde se encontraba el. Con su largo cabello ondulado, camisa a cuadros color azul y pantalon negro de mezclilla, el caminaba descalzo por la orilla del mar. Tenia las manos en los bolsillos y veia hacia arriba, dando breves pasos, como si se tratara de una caminata en un dia cualkiera. Ya estaba atardeciendo, por lo que el ambiente se ponía en un tono naranja claro, mientras las gaviotas partian a sus nidos. Ana se detuvo un momento. Estaba conmicionada, como si hubiera visto algun milagro, consternada por verlo a el. La luz del sol rodeaba su silueta delgada. Ana, con un suave vestido blanco, se arrodillo en la arena. El lo habia cumplido. Todas esas palabras de rencor y odio se habian mezclado y disuelto en el mar. "Morire en el mar" habia dicho alguna vez.
"Perdoname" -Exclamo Ana.
El volteo a mirarla, con la mirada de siempre y una barba de tres dias. Con una sonrisa la recibio.
"No deberias decir eso"-dijo el
Ana se levanto y se acerco a el. El hombre de su vida, el que tantas veces accedio a sus caprichos y comprendio su alma, estaba ahi, como si fuese la primera vez que se lo mirase.
El agua fria llego hasta los tobillos de Ana. Ella se acerco a el y se paro justo a su lado. Dos espigadas siluetas que los rayos del sol no podian traspasar. Toda una historia, un momento minusculo para la humanidad, pero toda una eternidad para dos seres. Dos seres que habian logrado ser uno mismo, se encontraban en el fin del mundo.
No dijeron palabra alguna por un momento. Ana solo lo veia, mientras el contemplaba el horizonte, mientras el sol se ponia. Las olas del mar era lo unico que se oia.
"Perdoname"-Volvio a exclamar ella.
El simplente sonrio. Inclinandose un poco, metio su mano en el agua y saco una piedra. Sin mirar a Ana, contemplo la piedra, decifrando con sus manos la textura y la forma.
"Ya es tarde..." -Exclamo el.
Ana comenzo a llorar. Llorar de coraje. Habia desperdiciado años de conocerlo, por querer sentirse bien, cuando sabia que en realidad era el quien la hacia sentir viva. Con todos sus defectos y virtudes, el le hacia sentir ser alguien. Mas alla del amor y el querer, Ana sabia que solo el podia hacerla sentirse mujer. Era su complemento, y todos esos años de conocerlo pretendio buscarlo en otras personas que al final se fueron, abandonandola.
"No vale la pena llorar -Exclamo El- Al fin y al cabo, Disfrutamos lo que cada quien tuvo. Jamas te tuve a ti, y tu tuviste a quien quisiste. Pero Espero que como yo, hayas disfrutado esta vida al maximo, con cada detalle, cada aroma y color, con cada sensacion. Yo lo hice, a pesar de que nunca te olvide, procure ser sincero conmigo, para poder vivir. Y esta sinceridad es la que me mantiene hasta hoy, hasta el fin de los tiempos."
Ana dejo de llorar. Debia ser valiente y afrontarlo. Ella tenia la culpa, y ya no podia enmendarlo. Ella se acerco y tomo su mano. Le dio un caracol, que tantos significaba para el, que venia del mar. Era su forma de decirle cuanto lo apreciaba, cuanto lo sentia y cuanto esperaba que quiza, en otra vida, se mezclaran sus almas en la infinita alegria.
"Ven amiga- Exclamo el- Que si quiero morir, quiero que estes a mi lado"
El abrazo la fragil figura de Ana. Ella asento la cabeza en su hombro y sonrio, como en los viejos tiempos. Su cabello rojiso se alborotaba con la briza del mar, enredandose con los de el.
Se escucho el sonido de un trueno por todos lados. Habia terminado el tiempo. Ella tuvo miedo y lo abrazo mas fuerte. Estaba con su mitad, con aquel que, si hubiera sido de otra forma, habria formado una familia, viendo a los hijos jugar y crecer, teniendo de esas parrilladas en el patio los domingos en la tarde, para finalmente ver algun atardecer sentados en la acera, con arrugas y canas que develaran el paso del tiempo. Pero Ana sabia que el hubiera no existia, por lo que supo que, en estos ultimos momentos, al estar con el, en la orilla del mar, mientras su universo se fracturaba, abrazandolo, sintiendo su cuerpo calido, podia descansar.
El cerro los ojos y suspiro en el cabello rojizo de Ana. Una luz cegadora, con un estruendo muerto los cubrio completamente. El tiempo habia terminado.
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